Notas
“La Memoria de los Lugares”
Por Guillermo Cichello
22/10/2024 - 09:37 hs.
¿En qué veta de la piedra se habrán alojado los recuerdos? No ha sido testigo impávido el arroyo, que un día vio sus aguas teñidas de sangre. ¿Qué profunda savia de los viejos molles memora los acontecimientos del pasado? En Cortaderas, provincia de San Luis, el arroyo La Sepultura surca el paraje San Miguel. Si uno se demora, sereno, a observar, oye todavía retumbos de la vieja muerte.
El año 1551. Venían del norte. Siguiendo el itinerario de Diego de Rojas, la turba de conquistadores al frente de un teniente Francisco de Villagrán, bajó desde la antigua provincia del Tucumán. Cruzaron la sierra a la altura de Cruz del Eje y atravesaron los valles de Salsacate y Conlara. Hasta este sitio llegaron: el palmar de caranday, la sombra de las cortaderas, el cielo, el aire y el agua buena, la tersura impalpable. Aquí, sólo la perplejidad de los comechingones ante las presencias demenciales. Seres montados en animales nunca vistos, con cascos y armas de hierro, envueltos en gritos. La acometida de los lanceros, el fuego de los arcabuces, los temibles sables, y el cuerpo aborigen que ya es una pobre cosa desalmada, arrojada a la carroña. Los que pueden huyen a las cumbres, preñados de venganza, desolados.
“Esa sangrienta acción no fue una lucha; fue una feroz matanza de hombres inermes” –escribió siglos después el primer historiador de San Luis. “Aquel sitio, regado por la sangre de centenares de víctimas indefensas y cubierto de cadáveres, llamóse desde entonces La Sepultura, recordando aquella hecatombe humana”.
Desde el polo norte a la Patagonia, la misma hazaña europea, la misma saña europea: el descubrimiento de América.
Los comechingones parecían hombres únicamente en la figura –escribió entonces el padre Lozano-, tan deformado su ser, que en todo se asemejaban a las fieras. La cruz -que ya es espada- es muerte que se quiere justa.
El enardecido Villagrán continuó su viaje al sudeste, dejando su estela de sangre entre los pehuenches, los diaguitas y -allende los Andes- los mapuches.
La Sepultura. Hasta esta playa llega hoy el esparcimiento de los turistas, con sus reposeras y su música y sus fotografías. Pero hay un lugar cerca de la orilla con una placa de mármol donde se narra este espanto en letras casi ilegibles que se borran día a día.
Las vetas de la piedra, la transparencia del arroyo, la savia profunda de los viejos molles lo custodian en su memoria inalterable.
Guillermo Cichello vive en Carpinteria, es psicoanalista y escritor. Publicó los libros “Función del dinero en psicoanálisis” (Letra Viva, 2010) y “Textos dispersos-de política, psicoanálisis y literatura”- (Linterna, 2013). Escribió colaboraciones para el diario Página/12, Rosario/12 y para otros medios argentinos, latinoamericanos y de España.
El sábado 23 de noviembre Cichello dará una charla con entrada libre en Sacha Libros, como una de las celebraciones por día de la tradición, titulada: Hernández, Fierro, tradición y lucha en las letras políticas argentinas.
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