“Usillos” por Guillermo Cichello

      Ha nevado en el verano. Amanecimos hoy en la sorpresa plena de la fronda repleta de blancos. Con las lluvias de los otros  días han florecido los usillos. El monte anda entonces con sus racimos fragantes, copiosos; mezclado anda el monte entre sus flores blancas y los espinillos, los chañares, los quebrachos; mezclado en la infinita miscelánea vegetal que todo lo envuelve. Qué bendición de esta mañana los usillos… 

     Uno anda penumbroso todavía, en los instantes recién amanecidos de los primeros trabajos, respirando esta bendición del aire perfumado, modestísima gracia de estos reinos agrestes. Emborrachado en este dulzor salvaje, no queda otra cosa que perderse y tomar cualquier sendero en la fascinación de los manojos blancos que cuelgan por doquier, adornando –por si hiciera falta- la abigarrada sencillez del monte.

  ¿Cómo volver de esta dicha? ¿Y qué quedará de ella, me pregunto qué quedará? ¿Qué guardará el recuerdo, con sus frágiles recursos, de la delicada maravilla de esta mañana? ¡Ay, si pudiera, si apenas pudiera escribir algún trazo que recobrara este misterio simple y milagroso, la dicha de esta mañana de usillos florecidos…!